Letra D (Venecia)

Letra D (Venecia)

S

aliendo de la ciudad en tren le escribí mi sueño al mar, al mar de Venecia. Un gondolero me había dicho (o mas bien lo susurro hablando solo) que para conocer el verdadero encanto de esa ciudad había que entrar por mar, donde el apetito del océano se hiso pausa en su afán de detrimento[1] para contemplar las suaves caricias de antaño que le ofrece con donosura[2] la ciudad.

Entonces pude suponer que había tenido suerte, una suerte inesperadamente planeada. Había llegado en primavera por lo que pude contemplar, a veces desde la ventana de mi hotel y otras con los pies bien mojados y sin poder hacer nada, como dos veces al día todo era absorbido por el agua en defección[3] al tener lugar el acqua alta. Y regresado a la normalidad tras las tenues y siempre bellas luces de tarde que cobijan a Venecia.

Me gustaba salir, salir y escucharles disentir[4], porque todos tienen su manera de comprenderla, como afluentes al gran canal se reúnen decenas de poetas a emanar con tanta dicacidad[5] en sus palabras el más bello canto a ciudad; La ciudad es consumida por el tiempo, desperdigada[6] por el deletéreo[7] mar que la avecina con ganas pero sin prisa. En una coalición constante que da lugar al ditirambo[8] de quienes con paciencia en la plaza de San Marcos, o bajo el puente de los suspiros la aprecian.

Tal vez es su misma decadencia lo que la tiñe de romanticismo e inspiración, lo que nos obliga a defenestrar[9] del alma toda preocupación. Tal vez sea el mar, quien con el tiempo le gane y exija la dimisión[10] de la ciudad, tal vez sea la ciudad quien aprenda a controlar la marea, quien convenza al mar o deje de seducirle con sus encantos.

En mi sueño ella moría, la horizontal del mar se veía interrumpida por su silueta, sus frágiles manos abrieron un hueco en la arena y con su corazón en llanto, la ciudad puso su pasado proa a altamar.



[1] Detrimento: Destrucción leve o parcial.

[2] Donosura: donaire, gracia.

[3] Defección: Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía.

[4] Disensión: Oposición o contrariedad de varias personas en los pareceres o en los propósitos

[5] Dicacidad: Agudeza y gracia en zaherir con palabras, mordacidad ingeniosa.

[6] Desperdigar: Separar, desunir, esparcir.

[7] Deletéreo: mortífero, venenoso

[8] Ditirambo: Alabanza exagerada, encomio excesivo.

[9] Defenestrar: Arrojar a alguien por una ventana.

[10] Dimisión: Renuncia, abandono de un empleo o de una comisión.

Letra C

D

espués de su seco sollozo, con la mirada en alto y sus pupilas estremecidas levantó sus brazos, de manera abrupta, reclamándole al convulsivo grito del viento por tan insensatas sinrazones. Sus pulgares se estiraban, erguidos como las manecillas de un reloj pasado mediodía hacia un cielo necio, al que por más que se le gritaba seguía omitiendo los apetitos de su fiel heraldo.

José era ya un viejo de coyunturas[1] apagadas, sus ojos casi inexpresivos adornaban de tan sobria manera aquellas cejas viejas, largas y profundas, que se avecinaban de manera pesada hacia las expresivas arrugas que concordaban entre sus mejillas. Sus manos gruesas, de uñas poco cuidadas, su pantalón azul añejo deslucido por el tiempo, por el mismo tiempo a quien con una lealtad sobre humana y el debido respeto a la circunspección[2] del clima el predicaba desde hace 42 años.

Su exactitud al predecir los vaivenes del tiempo era tal que más pareciese que este hombre sentenciara dicha suerte en vez de presagiarla. Y es que sus años, y tanta experiencia era más que prueba y palabra necesaria para demostrar al más incrédulo hombre que cuando este tipo dice que llueve, es porque sin duda siquiera hay que sacar un paraguas.

Pero los años cambiaban, y ahora en esta tierra las noches se hacían mas largas, más que en los otros inviernos. El frio compelía[3] a cargar con una noche eterna, a plegar los parpados y concomitar[4] con un bostezo el rol cualquiera que imponiese sobre nosotros la voluntad de las lluvias. Mientras en otros lugares el calor contrario era tal que el borde entre la locura y la cordura eran 6 simples tejas de barro que arremetían con sus sombras contra el deseo crápula[5] que intentaba dominar la mente de las personas.

Y fue en ese día, justo pasadas las 2 de la tarde de su cincuentenario, viéndose cansado de intentar comprender el por qué de esas últimas voces contingentes[6] y embusteras en las nubes, y conminado[7] por la necedad de un cielo que desde hace 3 años embestía sin previo aviso con los más inusuales giros del clima que decidió, con vehemencia y coraje partir hacia el calvero[8] que le enseño a leer en el ayer al próximo amanecer.

Hallándose en silencio comprendió entonces el daño que cada persona había causado lentamente sobre el planeta, con ira sus manos arremetieron a escribir una catilinaria[9] acusando a su gente de haber dañado el bello ciclo de climas del que este planeta disfrutaba. Y advirtió que su trabajo había ya terminado: “resguárdense solo con la esperanza de que otro mundo os acobije, porque el destino ahora esta pedido en las crueles manos del tiempo”.


[1] Coyuntura: Articulación movible de un hueso con otro

[2] Circunspección: Prudencia, cordura, seriedad

[3] Compeler: Obligar a alguien, con fuerza o por autoridad, a que haga lo que no quiere.

[4] Concomitar: Acompañar una cosa con otra

[5] Crápula: Mala persona

[6] Contingencia: Posibilidad de que una cosa suceda o no

[7] Conminar: Amenazar.

[8] Calvero: Paraje sin árboles en el interior de un bosque

[9] Catilinaria: Escrito o discurso vehemente dirigido contra alguna persona.

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